lunes, 18 de octubre de 2010

Si todo lo que nos estuvimos prohibiendo todo este tiempo estaba en la cabeza. Una barrera entre sensorial y física que nos aplastaba, nos oprimía. Eso que nos hace sentir que está mal, que le falta algo, que no deberíamos. Como si algo de todo esto se pudiera simplificar, empaquetar y guardar en un cajón. Junto con todas esas otras cosas que no queremos ver. Como si algo de todo esto pudiera impedirse, como si no fuera nato, como esos primeros treinta segundos que conocés a alguien y no sabés por qué pero te da una impresión. Toda esa imagen que nos preocupamos por mantener todo el tiempo puede caer en un minuto frente a alguien que en serio te está mirando. Fijo y a los ojos. Y ya dejan de importar todas las morales, los valores, los prejuicios. Dejás de lado un rato los problemas, los tirás al piso junto con tantas otras cosas y lo que puedan llegar a decir te va a interesar muy poco cuando vuelvas a tu casa y te des cuenta que es sólo una cuestión de regar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Coincido.

Distraidamente y con un silbido largo y un revoleo de ojos habria que meter la mano y acariciar lo que sea que haya adentro tuyo. Recién después mirar. Recién después ver con los ojos.

Finalmente, pasar el resto de la vida no-arrepintiéndose.

Unknown dijo...

quiza esa mirada no hubiera significado nada si no cargabas con toda tu moral, valores, prohibiciones y prejuicios.