lunes, 26 de julio de 2010

Se para el mundo. Con todos nuestros errores y peleas. Por un segundo se calla todo: las personas caminan sin hablar, se tropiezan, chocan unos con otros en movimientos desarticulados, salen de sus casas a ningún lugar, las nubes se quedan tiesas y bajas, hay un caos sincronizado, un orden nada natural de las cosas se instala.
Lo único que veo es a mí en tus ojos. Y en un instante certero, como un rayo, nos encontramos.
Hay veces que empiezo por el título y otras ni siquiera le encuentro uno.
Hay veces que empiezo en primera del singular y no me preguntes cómo, termino hablando de nosotros.
Hay veces que es un poco un soliloquio y otros, una discusión transcripta.
Hay veces que me voy por la tangente de viaje y otras que llego muy rápido a lo que quiero ir.
Hay veces que camino por llanura y otras que me pierdo en un bosque de dos árboles.
Hay veces que miro hacia atrás y otras veces que sólo proyecto.
Hay veces que quiero que mis amigos vivan más lejos así puedo escribir más en el camino.
Hay veces que me concentro en algo muy puntual y otras que hablo mezclando tópicos.
Hay veces que no sé muy bien a dónde quiero llegar pero de cualquier manera sigo escribiendo, es la única manera de hacer algo y sentir que estás haciendo casi todo.

Posiciones para leer esto.

Hay distintas maneras para leer esto o para leerme.
Una puede ser acostado en la cama, tapado hasta la nariz de frazadas (acolchado preferentemente rojo o en la gama) peleando contra el frío dominical de afuera. Otra puede ser tomando un té (con dos medialunas de las gorditas o en su defecto una con jamón y queso, pero si son normales siempre se pide número par) en un bar mirando mientras pasan las señoras con sus carritos y sus bebés, los oficinistas de traje yendo siempre apurados quién sabe dónde.
Otro lugar puede ser en el bondi mientras tratás de hacer contacto visual con la última muchachita que subió. Otra manera es yendo al trabajo en subte mientras intentás balancearte ágilmente para no caerte y no tirarle todo el café encima al oficinista que está de nuevo con su celular o a la chiquita que está yendo al colegio con sus amigas y chismosean lo que pasó el fin de semana (no importa lo poco que te interese y lo mucho que te moleste el sonido chillón de sus voces a la mañana: no está bien tirarle el café a nadie encima; no, ni siquiera a ellas..)
Otra manera de leerlo es cuando hacés un recreo mientras estudiás (científicos comprobaron que cada dos horas de estudio, se necesitan veinte minutos de ocio para fijar el conocimiento y que la cerotonina de no sé dónde se combine con la guayaba del jugo de mango y no termines teniendo un maracuyá por cerebro)
También se puede leer en la playa, mirando el atardecer, pensando en que no tenés que pensar mañana.
Los únicos dos lugares que no recomiendo, para leer esto o cualquier cosa, es manejando o caminando. No quiero que choques y te lastimes o te comás una puteada. Y mucho menos que me puteés porque pisaste caca por mi culpa.
Escribo y es parte de mí, de mis historia y anécdotas, mezcladas con las de mis amigos. Con una pizca de mis tacos y travesuras. Son un poco de tu perfume mis historias y de esas flores que me regalaste. De la música de ese día en el aire, de cómo me da el sol de otoño en los ojos, de cómo se siente tu piel con la mía.
Volver a eso, me niego. Rotundamente ser de nuevo todo lo que nunca quise ser y después me reproché por tanto tiempo. Volver a cero. A mi casi nulo poder de abstinencia. A mis largos ratos de tropezones que terminaban en caída, a olerte en la almohada, a verte en la calle, a buscarte entre las personas, a comparar indefectiblemente a todos con vos, a escribirte diariamente, al ruido del teléfono cortándose, al embarque final, al haber frustrado tantos planes. A esa última vez que te vi con esos ojos.

sábado, 24 de julio de 2010

una palabra que empieza con P

Me pesa, ¿sabés? El cartel de pelotuda, sí, este que tengo colgando del cuello. Me pesa acá y en la China. En realidad le pesa a cualquiera que lo use. Al principio lo negaba, no quería ver que estaba ahí muy vivito y muy coleando. Después con el tiempo aprendí a asimilarlo y a vivir con él. Unos meses después lo estaba llevando con orgullo y casi que lo quería.
Pero ¿sabés? Ahora ya ni lo siento. Ni lo siento en comparación a lo pesado que supo ser- Hay veces que hasta me pregunto si sigue ahí, lo miro y me doy cuenta que está pero por otras razones. Si me pongo esta camiseta es porque realmente la siento, porque me siento una pelotuda y porque soy una pelotuda a conciencia por más de un motivo y en más de una ocasión. Podré ser terca, impaciente, histérica, incomprensible, resentida, egocéntrica, irónica, negadora, pero pelotuda por el sólo hecho de ser pelotuda jamás. No me trae ningún beneficio y no me produce ningún tipo de placer.
Que me hayas tomado por pelotuda puede ser; yo sé que camino, como, respiro y hasta hablo por teléfono como pelotuda, también sé que no soy fácil de distinguir: medio que me camuflo en la maleza de la gente normal que bordea lo pelotudo. Pero te juro-juro que no lo soy. Me doy la cabeza una y otra vez cual pelotuda contra la pared, pero yo supongo que es nada más por eso de que soy terca que te mencionaba antes. Ya hay como cosas que después de hechas me doy cuenta y digo "¡pero qué pelotuda!" después se me pasa, me olvido y vuelvo a hacerlas. Es como un círculo vicioso de la pelotudez, algo que hasta un nene de cinco años entendería. De vez en cuando se es pelotudo al azar y por ninguna razón en especial, se lo es y punto. Después uno se da cuenta y vuelve a repetirse, y al mirarse al espejo grita: "¡pero qué pelotudo!". Mejores son las ocasiones, como esta, que una está medio a la deriva, esperando rescate y se queda gritando sola en medio de la nada. Cuando ya pasada la situación una mira más en retrospetiva se da cuenta del calibre de pelotuda con la que se está hablando. Y hay niveles y niveles de esos; están los que todavía no saben que son pelotudos, están los que lo saben y son doblemente pelotudos por tratar de ocultarlo, están los que lo niegan, están los que van por la calle con cara de pelotudos, están los que se tiran el café hiriviendo encima y estamos nosotros: los consagrados y a mucha honra. Hay una variedad infinita..¡es que somos tantos los pelotudos! Pero quiero decirte que me esforcé mucho para llegar donde estoy, para ser lo pelotuda que soy. Así que así, sin preámbulo más que tu cara, que vengas a pretender destronarme no, no, no, no y no. ¿Vos te pensás que es fácil estar acá? Son años de hacer lo mismo pero un poco distinto siempre, años y años con la famosa "prueba y error" (fuera de que es algo nato, ¿no? también..démosle un poco de crédito a los genes que me preceden y no me dejan mentir).
Y me cansé de que me pese sólo a mí el cartel de pelotuda, porque de última, más pelotudo es el que te lo pone, digo..no? Ese que decide que por determinada actitud o reacción tenés que enfilarte con los pelotudos. Pero no sólo eso, o a lo sumo no simplemente eso, me parece más pelotuda tu actitud con todo. Tu nivel de cero responsabilidad, de asumir las cosas como un adulto, de concentrarte en tantas otras cosas antes, de ser tan PELOTUDO (si se me permite la palabra) en no darte cuenta. Pero vamos! Cuántos años tenemos? Me parece muy de pelotudo tu inmadurez en todos los sentidos posibles. En las conversaciones al respecto, en los movimientos, en tu dejadez, en tus comentarios, en tu actitud constante de "acá no pasó nada".
Pasó. Pasó y hacete cargo. Te digo más: no sólo que pasó y deberías hacerte cargo porque aportaste mucho a la causa, sino que podrías salir de esa pose pelotuda por un rato y decírmelo en la cara.

miércoles, 21 de julio de 2010

Todos quieren cerrar el negocio

Qué hora rara las ocho de la noche. Los negocios cerrando. Algunos por inercia, otros esperando que mañana sea mejor, otros un poco más ansiosos por cerrar. La ciudad está dinámicamente tiesa por un rato, todos cirulan, transitorio todo lo que hacen, vuelven en sus autos con el día en la cabeza. Todavía no se dan cuenta que la radio no responde ni ofrece soluciones; le siguen hablando como si fuera un viejo amigo. También a las ocho de la tarde se pueden encontrar personajes un poco menos bizarros que a las cuatro de la mañana pero que están un poco más escondidos de nueve a 5. Hay de todo, trabajadores escuchando música, abuelitas con las últimas compras, estudiantes leyendo, tratando de escapar del día a día (es el único de todos que puede irse lejos, característica propia de los chicos, los poetas y de los adultos que se niegan a madurar creciendo- o al menos por un rato-). Están esas señoras de oficina que en el camino a casa se entretiene chusmeando las cosas de oficina. Hay de todo a las ocho de la noche en la ciudad, pero sobre todo hay ganas. Ganas de llegar a casa, ganas de encontrarse con una sorpresa, ganas de cenar con amigos, ganas de tomarse un trago y sacudirse un poco el día de encima, ganas de reencontrarse, ganas de leer un buen libro. Hay ganas por las ganas propias. Hay ganas por eso que no está dicho.
La luz es distinta, la vibra de las moléculas no es como la del resto del día; se siente como una mañana pero más cansada, como después del mediodía pero con menos comida en el estómago, en realidad es como todo el resto del día pero distinto. Las ocho de la noche es, por definición, la noche con puntos suspensivos. Es oportunidad, es deseo, es expectativa, es esperar, es intento.
Es levantar todas las noches el espejo caído de la noche anterior y con lo reconstruido hacer algo nuevo.
Es persiana baja, es cartón en la esquina, es ruido de llaves, es una avenida con un mar de luces rojas, es música de fondo, es charla amena, es organizar los últimos papales.
No es casualidad que se pueda referir a las ocho de la tarde o a las ocho de la noche, dependiendo del solsticio.

martes, 13 de julio de 2010

No sé si mi mayor defecto está en que no sé cerrar paréntesis o si mi mayor don es no detectar cuál es. No sé si me lo hago apropósito o todo el mundo tiene esta veta medio enferma. Que me involucro mucho, que me alejo bastante. Que me afecta bastante o que me muestro impávida. Que te respondo con frialdad o que te cuento detalles. Que te moleste, que reacciones, que te genere algo en alguna partícula de tu persona.
De cualquier manera, no sé exactamente qué soy; pero sigo creyendo, que mi mayor defecto y mi mayor don hasta hoy fue, a la vez, haberte querido.

Mi renuncia firmada.

Ya desarrollé toda una técnica muy elaborada y hasta casi te diría de doctorado para que cuando pase por tu casa no me imagine lo qué estás haciendo. O camine más lento como esperando que saques la basura y encontrarte de improvisto. Tiene varias versiones la táctica puramente metafísica que inventé. Una de ellas es cuando atiendo el teléfono y ya no pienso que sos vos; o al menos eso me digo en mi cabeza y alguna que otra vez medio dormida a algún que otro telemarketer. Me cercioro de pasar rápido por las fotos que tenemos juntas así no preguntan "¿y él..quién es?" (porque ya es más bien un "quién fue"). Dejé entrar una cantidad copiosa de spam así quedan bien pero bien abajito tus mails. La que es in-fa-li-ble y sigo al pie de la letra es la de negarte. ¡Uf! Pero QUÉ bien me sale esa. Si me vieras, si me vieras..estarías tan orgulloso de mí! Vos que siempre todo te lo supiste guardar herméticamente, que cada tanto suspirabas un dejo de amor por ahí, un abrazo como un premio consuelo, me regalabas simplemente porque sí una sonrisa o una mirada. Vos que todo lo pudiste en su momento y todo lo sellaste. Estarías orgulloso al ver cuánto involucioné en todo este tiempo, cuánto me rebajé a tu altura. Cuán callada con ciertas cosas puedo llegar a ser a pesar de mi personalidad histriónica. Tan desenvuelta, un grado de madurez excepcional. Y volví a los 15, más o menos tu edad mental actual. Volví a cometerme los mismos errores, sabotear las mismas relaciones, enojarme con los mismos actores y no conté con los diferentes factores. Volví a dejar abiertos cajones con los que me golpeo cada vez que me levanto. Y te juro que es frustrante, llega un punto en el que se vuelve bastante bastante frustrante. Decir "pero puta! yo sé que está ahí adelante, ¿por qué carajos no lo saco directamente del camino o lo esquivo?". Y ahí, de vuelta, estarías muy orgulloso de mí. No sólo que me lo guardo y lo digo en la intimidad de mi oscuro cuarto cuando ya ni la noche toca la puerta. Sino que, además, ahora me presento alternativas. Y pienso y pienso, y no actúo y no actúo. Y dejo pasar las horas, y los días y las vidas y las opciones como tranvías. Te juro, soy una copia calcada tuya. Ahora no sólo me lo guardo, me auto ofrezco alternativas, sino que ENCIMA una de ellas es tratar de olvidarte. ¿No te acordás cuando vos lo intentabas conmigo? Yo sí, y hasta en un punto me daba ternura. Como haciendo fuerza, como queriéndolo en serio con ganas. Puf que desaparezcas, pero no, no funcionaba. Siempre estaba ahí para recordarte que no iba a ser tan fácil.
Y me verías con ojos de padre si supieras el esfuerzo que le estoy poniendo a esto, las ganas y la convicción que tengo para llevar acabo este plan a la perfección.
Igual te agradezco, porque de una manera u otra, me dejaste que te deje. Siendo cobarde, tapando tus cosas, negando las nuestras; a tú manera lograste que te pueda dejar. ¿Y no era lo que más querías? Bueno, acá lo tenés.
No voy a negar lo macabro y cínico de este sistema, pero hasta ahora me viene funcionando.
Espero que sí la encuentres. Muy dentro de mí espero que sí la encuentres. Así el día que la vea te pueda decir todo lo que le falta.

fatalité

No sé si es la salida o la mejor manera de solucionarlo. No sé si es respuesta formal o es dejarlo abajo de la alfombra. La realidad es que ahora no lo sé, como no supe por bastante tiempo todas las cosas que voy a enumerar. No lo sé y ya ni sé si a este punto del partido me interesa saberlo.
No saber todo este tiempo me dejó en esto, en la nada. No saber qué esperar, no saber qué hacías, no saber si esperarte, no saber qué hacer con el resto. No saber si lo que habíamos construido sirvió alguna vez de algo, no saber si te fui funcional, no saber si te fuiste fiel. No saber si te comió la vergüenza o te apabullaron los comentarios. No saber bien qué pensabas o cómo sentías.
Fue estar en un limbo.
Que como tal no es malo; nada per se es malo. Pero que indudablemente, no tener la capacidad de poder dirimir, como toda mi vida pude, me afectaba. No poder decir abiertamente lo que sentía, me molestaba. No haber sido capaz de blanquear lo que creía (con estas cabecitas que todo lo razonan!) me hacía mella. No saber para dónde encarar el 300% de las veces, me jodía bastante.
Y el pretérito ayuda, el hablarlo en tercera persona también. El sacármelo del sistema, como escupido, como lagrimeado, como vomitado en el pasto por segunda vez en mi vida.
Haberme quedado tranquila por un momento, pensando que ya se me iba a pasar, que ya se iba a terminar, que en realidad no era ni lo que queríamos, ni lo que necesitábamos ni lo que buscábamos.
Fue maravillosamente amable de tu parte, recibo hoy con mucho cariño uno de tus abrazos, pero creo que de acá en adelante está todo dicho.
Que de acá en adelante no hay vuelta atrás.

...

Cuando lo monótono los invade, cuando los silencios pasan a ser incómodos, cuando sólo encontrarse les trae nostalgia. Cuando las horas ya no pasan porque sí, cuando ya no se buscan los tiempos, cuando ya no se encuentran en las miradas. Cuando los días ya no tienen la misma música que antes, cuando preferís zambullirte en el olvido. Cuando todo queda tan lejano, cuando todo del otro es un extraño. Cuando las preguntas ya no son más respuestas, cuando los consensos son discusiones. Cuando ya hasta se reniega el salvataje, cuando ves cómo todo se cae y sólo te podés quedar quieta esperando no caer con eso.
Cuando ya no hay más nada para hacer.
Cuando ya no hay nada más que decir.
Cuando ya nada es lo mismo.
Cuando ya todo te da igual.
Paro y pido.
Que me de un tiempo, que me de unos metros de ventaja, que me haga creer por un rato que en realidad soy yo la que viene ganando.

martes, 6 de julio de 2010

Todavía está el vapor en el baño que de vez en cuando invade el pasillo. La borra de café del desayuno sigue intacta. Todavía quedan un par de cosas tuyas acá alrededor. Las flores que plantaste algunas murieron. Otras pelean para sobrevivir, bien sabés que nunca me llevé bien con la botánica. De las fotos sólo guardé las que me gusta la composición o saliste mal. Varios de los regalos que me hiciste por suerte los guardé en cajas. Ya en el día a día no me pesa tanto tu ausencia. Hoy, sin ir más lejos, no había pensado en vos hasta ahora.
Se siguen pasando las tardes, una tras otra y yo me sigo preguntando: ¿por qué te fuiste si yo todavía te sigo escribiendo?