Y cada vez que se va me deja como con esa sensación, mezcla de agonía y de espera.
Porque aunque no sea la primera vez que me deja, se siente como la única manera de terminarlo.
Y es entonces cuando espero que no se aleje más que esta distancia surreal.
Que es perfecta, porque la hacemos los dos con las ganas y no mucho más.
Una distancia que no se queja porque separa y no dice hasta dónde ni porqué parar.
Pero en cierto modo estar así, arriba de un pedestal nunca está demás.
Habrá partes para admirar y otras para detestar.
Y creo que la receta perfecta está en partes por igual.
Y volviendo al temita distancia, nunca fue un problema para mí.
Mientras más lejos mejor, en todos los sentidos.
Porque es en el momento en que se mete en tu piel cuando empiezan los problemas.
Y yo otra vez, en otra piel no me meto.
Caminar en mis zapatos se siente bien.
Aunque a veces crea que me quedan un poco chicos.
Y otras sienta que me están sobrando de todos lados.
Los días que me calzan perfectos son momentos.
Son horas en realidad.
Son lugares en los que digo "acá me quedaría" o "con vos me quedaría".
Juro que pasa (no tan seguido como las veces que es un 35 o las veces que se sienten como los zapatos de mi viejo, pero bueno..)
Y una lo intenta, a pesar de todo.
Y pone su mejor cara, a pesar del estado.
Y sale con tacos, a pesar de la lluvia.
Y espera a que pase, a pesar de él.
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