No es lo mismo la vida que tienen los edificios a la noche o durante la semana. Hay algunos que están pensados para tener su momento de coronamiento cuando prenden los ojos eléctricos. Algunos cumplen sus funciones de 9 a 17. Otros al tener la responsabilidad delegada de la calle parecen cansados del tiempo que les pasa abierto. Y cierran un poco sus persianas porque tanta gente mirándolos les agobia, hasta la mañana siguiente que intentan camuflarse con el ritmo de la ciudad. Naturalmente bellos, perfuman los pasajes, juegan a ver quién es más importante, se entrecruzan cables con mensajes y sus espaldas rozan medianeras. Para los momentos de intimidad cierran las cortinas.
Algunas, pretendiendo ser arte por ellas solas, se ensañan con el cemento. Y las más viejas disputan por hechos históricos, juran haber sido partícipes de una revolución o víctimas de un atentado. Injurian a personajes que han sabido hospedar. Si se mira con atención por Avenida de Mayo algún que otro edificio nos sonríe sol; cómplice, erguido y orgulloso se para con su cúpula de pizarra. Alguna que otra gárgola con dejos de actriz trata de entrar en escena de vez en cuando..
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