Es verdad que si empiezo a escribir no paro. No sé si es bueno o no, no sé si lo hago bien o no; pero no paro. Hoy discutíamos con unas amigas el fin del arte, de cualquier arte; de las interpretaciones que le puede dar el "espectador" a una obra de teatro, a una poesía, a una expresión o a un cuadro. De lo que te remite y sobre qué te hace acordar. Con las cosas que te sentís identificado, con pasar de los singular a los universal en apenas unas palabras, un trazo o una nota. Inconcientemente ponerle un valor sentimental a las cosas, relacionarlas, ideas asociadas y actos fallidos.
También hablamos del peso emocional del cuerpo, de lo angustiante que puede ser no poder llevar un ritmo, sentirte corto de aire, no saber si lo estás haciendo bien o querer resaltar en todas tus posibilidades. De lo complicado que es siempre entregar a tiempo y perfecto, de lo mecánico de la mente, de las lamparitas que se prenden y de las que se anulan con el tiempo o con el poco uso. De los peces y de los vinos. De los llantos: de EL momento, de LA pelea. Historias, contar cuentos con los ojos cerrados, chistes sobre traducciones fieles, sobre el sexo de las moscas.
Tuvimos una charla sobre los chicos y el dibujo, sobre cómo la sociedad te condiciona y sobre "el circo de la vida". Hablamos sobre las mañanas y las noches, y sus consecuencias o sus probabilidades; sobre las ocurrencias y los desatinos.
En un momento también tuvimos miedo, se pelearon los gatos, hablamos sobre los gatos, Whishkas, la relación con los gatos, ser directa con una nota o con una mirada. Las cosas que no funcionaron y que creíamos que sí, los días de saber que era el principio del fin como quien dice, de efemérides y de fantasmas olvidados.
Hablamos del futuro, del presente, de las cosas, de lo Zen y de la expresión corporal. De la psicología mágica y de los problemas mentales, la psiquis y Psicósis, la metafísica de la terapia, la terapia dentro de la terapia; la actividad lúdica por lo lúdico, no tener que encontrarle una finalidad a todo. De zoom in y zoom out, de acercamientos y alejamientos, de las posibles reacciones, de las depresiones. De conseguir lo que una quiere, de buscar lo que una necesita. De no tener que hacer caridad, de no ser una total yegua. De cómo hacer duelo, del verbo discernir, de mudanzas, de significado y significante, de Macanudo, de guitarristas, de cosas triviales, de saquitos de té y ropa para el frío.
También le dimos espacio a la mirada del otro, a la auto percepción, de lograr lo que una se propone -aunque creo que ya lo dije-, de cuál es el miedo de decir que no, cuál es la razón que nos mueve, el odio y la tristeza, de cuán hasta las pelotas estamos con cierta gente, de cuánto nos llenaron las pelotas también, de los tiempos de cada uno, de las agresiones, de la diplomacia de las peleas, de identificar un parate, de la soberbia y la altanería, de la seguridad y nuestra vulnerabilidad en ciertas situaciones, de la supuesta ingenuidad que se nos concede, desde nuestro lugar en el mundo hasta lo que adjudicamos abiertamente como problemas propios de nuestros padres, de las emociones y la convivencia, de frases que no querés volver a decir (o por lo menos no en voz alta), de cosas que no querés volver a hacer porque aprendiste de la experiencia y sabés que te hace mal, que está mal o que simplemente es malo. De los flashbacks y de las risas, de los chicos y el mundo sensible, de los dragones y las cosas que nos atraviesan, de los miedos, de los libros y de las cartas. De materias y de planes a futuro. De saludos, de momentos incómodos, de lo que sentís vos en el cuerpo y las sensaciones que están a nuestro alrededor. De la gente que no se anima y de la gente que se la juega. De la gente que habla y de la gente que fanfarronea, del Diego en el 86'. De los rumanos y la ardua tarea de romper barreras idiomáticas, del trabajo que llevan ciertas cosas, de las miles de maneras distintas de llegar al mismo resultado, de la creatividad y de las carilinas. A las llamadas por teléfono y a las historias a media asta, a lo que pasa si no se activa, a las idas y a las venidas; lo que normalmente llamamos histeriqueo pero no, otra cosa.
Y no sé porqué escribí todo esto, sólo que no paré. Y por eso, en parte, sigo.
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