Me noto más receptiva a otras cosas, más en la mía que en la del resto del mundo. Porque al fin y al cabo el resto del mundo no se va a dormir conmigo a la noche y no se queda pensando en lo que pudo o no haber pasado, en si realmente en algún momento te importé. Entonces lo que haga el resto del mundo, que siga de largo, que se vaya a su cama de resto del mundo y se quede ahí. Que no se pueda levantar un domingo después de haberte visto, que no pueda aguantarse las ganas de llorar y que se tenga que hacer a un costado para hacerlo; que lo haga a ver cómo le va al resto del mundo. Tener que verlo como si fuese normal en ese estado. A ver si el resto del mundo es tan macho cuando se acuerde de vos al pasar por algún lado, cuando le salte una foto tuya desde un cajón ordenando y no le surjan las ganas irremediables de querer tirarlas a la re mierda. Vamos a ver qué hace cuando la ansiedad sea tal que no pueda evitar abrir un mail para saber cómo andas, qué estuviste haciendo o si pensás volver. Me intriga la reacción si se le cruza en el chino un día cualquiera de pijama y rodete, porque hay que tener ganas para verte pero definitivamente de improvisto es mejor. Quiero ver al resto del mundo en plan de amiga, saber qué dicen, cómo la cortan, qué toman por natural. ¡Ah y en esta me encantaría!: cuando crea verte en la calle, se de cuenta que no sos y quiera regalarle el desayuno al primer transeúnte que se le cruce.
Me gustaría saber qué haría el resto del mundo en mi situación.
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1 comentario:
Ja, que el resto del mundo se curta en definitiva.
Y el que te comparó con el resto del mundo, que se curta el doble.
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