Es entrar en la trampa del malvado. Es creer que lo que se viene es una revelación y no ser más que una sorpresa que se le da a la inocencia de un nene de 5 años. Es ver señales donde no las hay. Es hacerse problema por algo que no existe. Es estar en nuestra mínima expresión. Es creer estar aptos para algo y no estar pero ni remotamente cerca. Es apostar todas las fichas al negro, cuando ya salió rojo. Es repasar los hechos una y otra vez. Es argumentar en círculo, con las bases de la nada y creer estar diciendo una verdad absoluta. Es ser todo eso que una vez escupimos a la cara manifestando total y absoluta repugnancia. Es crearse en la cabeza imágenes inexistentes de algo que nunca va a pasar. Es escribir con la mano, borrar con el pie y tatuártelo en la oreja. Es idealizar una y otra y otra y otra vez sobre los mismos tres temas. Es pensarse tan de avanzada y encontrarse tan en la nada.
Es ser una imbécil racional engañada con espejitos de colores.
Es esperar que todo pase y en algún momento, eventualmente, dejar de llorar.
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