¡Ah! Pero qué complicado. Qué tediosa se hace la tarea gris, de escritorio y traje de esperar al lado del teléfono a que llames. Qué larga. Igual la hago de manual, sentada, con las piernas cruzadas y las manos apoyadas sobre la mesa. Haciendo relámpagos con las uñas contra la mesa, mientras marca el ritmo el reloj. ¿Cuán difícil es que levantes el teléfono? No me quiero imaginar cómo sufrían las mujeres antes de tan genial invención. De cualquier manera, yo sigo acá y mi tormenta de pensamientos y uñas me está sofocando. Creo que voy a salir al jardín un poco, me va a hacer bien. Agarro un cigarrillo mientras voy hacia la puerta y pienso..¿qué pasa si llama y estoy afuera? Me digo a mi misma que es una boludez, no va a llamar JUSTO en el instánte en el que salgo. Igual podría sacar el teléfono, o acercarlo a la puerta y dejarla abierta, ¿no? No lastimo a nadie de última, pienso. Sin saber que la única a que lastima ese teléfono es a mí. Me desdigo y vuelvo a decir en un segundo..¡qué poca cordura en esta cabeza! ¿cómo voy a sacar un teléfono? Ya decidida agarro los cigarrillos y salgo. Creyendo que de esa manera me voy a poder distraer mirando los pájaros o contando las flores. Pero no, cada pitada me recuerda al tiempo que pasa y se consume. Me recuerda que debería estar adentro, esperando el llamado. Entonces, a los 4 minutos vuelvo. Y seguís sin llamar. Espero, camino por el living, por la cocina, por el cuarto, me tiro en la cama, miro el techo, vuelvo a un costado, escribo. Prendo otro cigarrillo pero esta vez soy conciente de que TENGO que prenderlo adentro, a la suerte no se la puede engañar dos veces. Y vuelvo al living, agarro un vaso, me desvivo en el vaso de agua y me reincorporo con el té. Todavía no llamaste y ya perdí la cuenta de las horas que invertí en esperar tu llamado. Suena el teléfono, ¡ya era hora! Pero no..eran unos amigos para invitarme a cenar. Muy diplomáticamente les digo que me siento cansada, actúo un poco demás para que no se ofendan pero nunca fue lo mio el tetro y cortan. Saben que estoy esperando tu llamado y les irrita. Porque me conocen y saben que bajo ninguna circunstancia sucumbo. Bajo ninguna circunstancia me someto. Bajo ninguna circunstancia. Bajo ninguna circunstancia..excepto esta. Y saben que no soy yo, entonces se enfadan conmigo. Já! Cómo si yo tuviese la culpa! Como si yo manejase lo que pasa! Ojalá fuera yo la reina y dueña de todo esto, de la compañía de teléfonos si pudiera. Pero no, el caso no es ese. Entonces sigo esperando dado que cualquier tipo de plan se ve postergado para, digamos..otro día. Vuelve a sonar el teléfono! Corro, salto el sillón, me caigo y tiro el vaso de agua pero lo importante es que llego al teléfono. Atiendo. Y..oh..ocupado. Bueno, la tercera es la vencida me digo mientras voy a mirarme al espejo. Me voy a probar ropa ya que estoy acá. Y si en algún momento de todos estos creiste que la distracción me había tomado por sorpresa, dejá de creerlo. En ningún momento, desde el sillón hasta el tropezón (que no es caída), dejé de pensar. En pensar qué dirías si me vieses en esta situación, si me acompañarías a la cena, si comentarías sobre lo que me estoy probando.
Cualquiera diría que es desesperación, y en parte algo de eso tiene. ¿Ansiedad? Puede ser..pero no. Ninguna de estas. La realidad es que simplemente no puedo ni conmigo misma y mucho menos puedo contra vos.
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