Bien, si nunca jugué a las Barbies fue porque no me llamaban demasiado. Me gustaba más caminar por el patio del jardín donde me divertía ver cómo los otros se divertían o se caían del tobogán. Un par de veces creo que jugué a la brujita de los colores (era la posta de los juegos infantiles en ese momento). Pero si me gustaba más mi mundo no me hace una persona severamente dañada. Después un poco más grandecita no paraba de hablar; hablaba hasta en natación (nunca entendí cómo lo lograba, pero lo hacía). Pero la realidad es que me la secaron las pendejas anoréxicas, los chabones severamente dañados, las minitas inseguras hasta la médula, los flaquitos con demasiada confianza, las pibitas de 13 años que creen que se les va a acabar el mundo y quieren matarse. Loca, flaco: bajen un cambio. Dos minutos. Piensen un poco la cantidad (y la calidad!) de boludeces que dicen por segundo.
Porque después cuando hacen la revisión y miran un poco más atrás en su blog se dan cuenta que no es tan distinto del mio.
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